Encontrándonos a algunos días del XIII Encontro de Embarcacións tradicionais de Galicia que tendrá lugar en Combarro del 29 de junio al 2 de julio, decidimos llevaros al fascinante mundo de las embarcaciones tradicionales. Aquí os presentamos tres barcos de leyenda, cuyas historias nos apasionan.
L’Hermione, la Fragata de la Libertad
Hay que remontarse al siglo XVIII para entender el peso histórico que reposa en los mástiles de la impresionante Hermione. Construida en el 1778 en el arsenal de Rochefort (Francia), la fragata se botó al año siguiente gracias al duro trabajo de centenares de carpinteros, herreros, calafates, etc. En aquella época discurría la guerra de independencia americana. El marqués de La Fayette, oficial militar y político francés, convence al rey Luis XVI de aportarles una ayuda militar a las colonias. En marzo 1780, La Fayette embarca a bordo de L’Hermione hacia EEUU y desembarca en Boston después de 38 días de travesía para anunciar la ayuda del refuerzo francés al general Washington. Tras la victoria de las colonias americanas sobre los británicos, l’Hermione vuelve a Francia, y se hundirá a lo largo de la costa bretona una década más tarde.
Fue en 1997 cuando nació la Asociación Hermione-La Fayette con el objetivo de reconstruir el mítico navío y volver a atravesar el Atlántico. Después de 17 años de trabajo en el mismo arsenal de Rochefort, la fragata de tres palos – con 66 metros de eslora y unos 11 de manga – volvió al mar el 7 de septiembre de 2014. Se pudo descubrir las etapas de construcción a través de visitas en el arsenal, para que el público pudiese compartir la experiencia y admirar este “desafío técnico dentro del respeto a la autenticidad”. Esto fue un gran éxito popular, ya que se acercaron más de 3,5 millones de personas.
De mediados de abril a finales de mayo 2015, l’Hermione zarpó hacia los EEUU para seguir las huellas de La Fayette, cumpliendo así el sueño de marineros nostálgicos.
El Belem, monumento histórico aún a flote
Todo empezó con una historia de cacao. A finales del año 1895, el imperio industrial francés de chocolate Menier solicita un barco a un astillero de Nantes para importar habas de cacao desde Belem (Brasil), lo que le valió el nombre al velero. Al final del siglo XIX, las embarcaciones de vapor ya empiezan a imponerse en el mundo de la marina mercante. No obstante, el Parlamento francés había votado subvenciones para la construcción de veleros con casco de acero. En el espacio de 6 meses, se construye el Belem, un navío “pequeño” (58,8 metros de eslora con 8,8 de manga), elegante, rápido y resistente.
Aun así, el Belem sufrió desde su primera campaña una tormenta que estropeó a las calas y destrozó toda la carga, seguido de un incendio que mató a las 121 mulas que el barco transportaba de Montevideo a Belem. En el 1902, el velero escapó milagrosamente de la erupción del volcán de Saint-Pierre en Martinica, que devastó todo el puerto. Pese a estos acontecimientos, el Belem hará más de 30 campañas transatlánticas para el chocolatero Menier hasta el 1914, cuando el Duque de Westminster compra el Belem y lo transforma en barco de recreo. En 1921, el cervecero Guinness lo adquiere y sube a bordo con su familia para darle una vuelta al mundo. De 1951 a 1967, el Belem se convierte en una nave-escuela italiana, antes de volver a Francia en 1979. Al año siguiente se crea la Fundación Belem y será clasificado como monumento histórico en 1984. Desde entonces, el Belem ha sido tema de exposición en el Museo Nacional de la Marina en París, y es ahora utilizado tanto para la formación de los grumetes de la Armada Francesa como para cruceros.
El Belem es una leyenda: no sólo es el último barco francés de tres mástiles, sino también el más antiguo velero de tres mástiles europeo que sigue navegando.
Joaquín Vieta, el renacimiento de un balandro
Orgullo del mar gallego, el velero Joaquín Vieta tuvo varias vidas, aunque siempre ha estado ligado con la ría de Muros y Noia. Construido ya hace un siglo en el 1916, en los astilleros de O Freixo (Outes, Coruña) para Joaquín Vieta, cuya familia poseía una firma salazonera en Muros, el balandro fue primero usado para el transporte de pescado y hacía la llamada “carrera de Vigo” llevando ahí conservas y trayendo vino y material de obra a la vuelta. A nivel comercial, el Joaquín Vieta, como muchas otras embarcaciones tradicionales, sirvió para el transporte de cargas de madera hacia puertos como Cádiz, fue batea en los años 60 e incluso fue reconvertido en barco bateeiro por un carpintero de Ribeira.
Condenado a terminar como leña – en parte por el desplome de la demanda de fletes -, se organiza en el 2007 una “operación rescate” para conservar esta joya tradicional, que se convertirá en la actual Asociación Joaquín Vieta. Los marineros que forman parte de aquella consiguieron restaurar el balandro y volver a meterlo en la ría de Noia, salvando así la memoria colectiva de la zona. Desde el 2010, el Joaquín Vieta está utilizado a fines culturales como barco museo, y turísticos, siendo ahora un buque de recreo.
Si queréis saber más sobre las embarcaciones tradicionales, os invitamos a subir a bordo del Joaquín Vieta, del barco de pesca Chasula, o del galeón Sanxenxo durante del próximo encuentro de embarcaciones tradicionales de Combarro.