Quizá a alguien el título de la entrada de hoy pueda recordarle a una de las canciones más conocidas en la historia del Rock. Allá por el año 1979, los australianos AC/DC editaban uno de los discos más vendidos en el mundo, “Highway to Hell”, plasmando su particular visión de lo que era el infierno para ellos: un lugar divertido en el que sus amigos los estarían esperando. Lo que no sabían estos músicos es que su autopista imaginaria existía de verdad al otro lado del globo, en la tradición local gallega, solo que en vez de asfalto, esta estaba formada por agua salada y no eran coches los que la transitaban, sino barcos.
Por supuesto, esta metafórica carretera no podía desembocar en otro sitio que no fuese la entrada al purgatorio, la cual se situaba en la ría de Pontevedra como uno de los atractivos principales de la isla de Ons. En esta isla en concreto, la superstición primero y la tradición después, identificaron dicho acceso en el conocido como Burato do inferno, pero expliquémoslo más adelante.
El Parque Nacional Marítimo-Terrestre das Illas Atlánticas de Galicia engloba los archipiélagos de las islas Cíes, Ons, Sálvora y Cortegada como elementos representativos de la importante biodiversidad de la zona de las Rías Baixas. Estas islas mantienen un pasado en común, pues originariamente conformaron una misma sierra montañosa que, debido a los movimientos tectónicos y la subida del nivel oceánico, crearon las rías y las islas que conocemos. Pero hoy nos centraremos en la que quizá sea la segunda isla más famosa del parque, Ons es nuestro destino, y sin desvelaros todo lo que contiene, repasaremos una de las rutas más interesantes que existen en la isla: la ruta Sur.
Para llegar a este paraje se puede embarcar desde distintos puertos: Vigo, Cangas, Bueu y Portonovo, siendo estos dos últimos los más cercanos. La travesía en sí ya es digna de disfrute, pues con un poco de suerte podremos ver arroaces que en familia o de forma solitaria acompañan al barco durante el transcurso. Pero si esa visita no llega y lo que acompaña es el día, disfrutaremos de unas vistas de la costa y del mar espectaculares,así como de la propia isla mientras nos acercamos a ella. Es sin duda alguna, la mejor forma de hacernos una idea de las dimensiones que tiene el paraíso. Al llegar al muelle de embarque y recorrerlo hasta el final, nos encontraremos con la caseta de información, en la que podremos conocer las cuatro rutas de senderismo existentes. Además de la que escogimos nosotros, la Sur, y que como su propio nombre indica nos llevará por el lado sur de la isla; también existen la Norte, para conocer la cara contraria del lugar; la ruta do Castelo, la más corta con una duración de 40 minutos, y la ruta do Faro, que nos llevará a conocer el faro de Ons.
Es importante resaltar que en las islas no existen papeleras o contenedores para depositar los residuos, con lo que nos preparamos para colaborar en el mantenimiento de este entorno natural y retornar al continente los residuos que podamos generar. Así como no molestar a la fauna local o dañar la flora autóctona.
Ons es, pero sobre todo fue, una isla habitada, y pese a que a lo largo del camino iremos encontrando pruebas de ello, delante de la caseta de información encontramos la primera evidencia. La llamada praia das Dornas, recibe su nombre de las dornas que varadas descansan en la arena, embarcaciones tradicionales de pesca que todavía se utilizan hoy día en buena parte de Galicia. Directamente desde aquí, arrancamos dirección sur por la calle central de lo que se da en llamar O Curro, que no es otra cosa que el barrio principal del lugar, en el que se sitúan los restaurantes; antiguas viviendas hoy reconvertidas en hospedaje para turistas; la iglesia y el Centro de Visitantes, el cual alberga una exposición permanente sobre la vida en la isla con fotografías y objetos de uso cotidiano de los antiguos habitantes.
Hoy en día, durante todo el año habitan menos de 10 personas de lo que fue una población de 500. En tiempos, además de del mar, en Ons también se vivía de la ganadería y la agricultura. Los isleños, en gran parte provenientes de las vilas costeiras más cercanas, trasladaron vacas, gallinas y otros animales de granja a la isla para subsistir junto con las plantaciones de millo (maíz) o feixóns (habas), entre otros productos de la huerta.
Al dejar atrás O Curro giramos a la izquierda, siguiendo las indicaciones que nos llevan hacia Mirador de Fedorentos y el esperado Buraco do Inferno. Al momento nos encontramos con una nueva playa más grande que la anterior llamada Area dos Cans (Arena de los Perros), de la cual desconozco el origen del nombre pero sobre el que es muy fácil especular. La historia de A Laxe do Crego, un conjunto de rocas introducidas en el mar a varios metros de la orilla, también nos recibe en frente de esta playa; en ellas existe una tumba excavada en la propia piedra que data de la Alta Edad Media, en la que se dice fue enterrado un párroco de la época. Hoy en día no contiene restos humanos puesto que a laxe, la roca que tapaba el sepulcro, fue levantada por una tormenta y arrastrada hacia la playa, desconociendo si los supuestos restos del religioso se perdieron en la misma o ya habían desaparecido durante los siglos anteriores.
Continuamos y la praia de Canexol es el siguiente arenal en el camino. Todas estas calas comparten las características aguas cristalinas que tan famosas hicieron a las islas Cíes hace ya 10 años. A partir de este punto, prácticamente desaparecen las playas en la ruta, mientras nos cruzamos con las casas de los antiguos habitantes, algunas muy antiguas en ruinas, y otras que todavía son utilizadas hoy día. Vestigios de la vida agrícola como antiguos carros de madera salen a nuestro encuentro durante la parte llana del recorrido, hasta que al fin comenzamos una subida que nos recuerda el origen montañoso de estas islas. Desde esta enlazamos con un espectacular mirador, de nombre Fedorentos, debido a los olores que producen los residuos naturales como algas y otros organismos traídos por las mareas. Justo enfrente se encuentra la isla de Onza, con una pequeña playa llamada das Moscas, y más al fondo, en la lejanía, se divisan las mismas Cíes. Conformando un conjunto espectacular con el que fotografiarse.
Desde este punto enfilamos hacia el tan icónico lugar que motivó la introducción de este post. El Buraco do Inferno espera paciente nuestra llegada tras los más o menos 15 minutos que se tarda en llegar desde el mirador. Al fin conectamos con la tan ansiada entrada infernal, cuyo contorno se encuentra vallado por motivos obvios de seguridad. Esta furna creada por el batir del mar en las rocas, fue cuna de leyendas y mitología para nuestros antepasados, los que desconociendo su origen natural, entendieron que los sonidos que salían de este agujero de 40 metros de profundidad (provocados por las propias olas al golpear el interior de la cueva en su fondo y por las aves que en él anidaban) solo podían ser los propios del purgatorio y de las almas que en él estaban siendo castigadas.
Tras esta última visita, nuestro grupo decidió atajar la ruta hasta una carballeira cercana para comer de picnic y darle un descanso al cuerpo. Tras la comida, en vez de finalizar el recorrido, el cual todavía se extendía durante un trecho repleto de espectaculares vistas del Océano Atlántico, decidimos volver para disfrutar del tiempo libre bien en las cafeterías o en las playas antes de embarcar rumbo a casa.
Después de todo, puede que no estemos tan lejos de la interpretación que los hermanos Young reflejaron en su canción, pues puedo asegurar que nuestra ruta hacia el agujero del infierno ha sido un auténtico placer.
Foto de portada: Vivemorrazo.com