Que Galicia es tierra de leyendas es de sobra conocido. Muchas se han ido perdiendo con el paso de los años, mientras que otras se conservan no sólo en el recuerdo, sino completamente vivas en la memoria colectiva del pueblo.
Una de estas leyendas está ligada al origen de la Ría de Vigo que, al igual que el resto de las Rías Baixas, es un valle fluvial que acabó anegado por la subida del nivel del mar. Pero la leyenda de la Coca de Redondela nos cuenta otra historia.
La leyenda de la Coca de Redondela
Hace muchos años, cuando todavía lo que hoy es ría era un valle, la gente que vivía en Redondela eran campesinos y las islas de San Simón y San Antón no eran tales, sino unas pequeñas elevaciones donde no vivía nadie.
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En ese tiempo, nació una niña preciosa que creció consciente de su inusitada belleza, por lo que decidió que, a la hora de casarse, habría de ser con alguien a su altura y no con un simple campesino. Así que, sistemáticamente, fue rechazando a todos sus pretendientes por considerar que no eran suficiente para ella.
Pasado un tiempo, llegó a estas tierras un desconocido a caballo, bien vestido, con buen porte y buenos modales que se enamoró perdidamente de ella. Le propuso matrimonio y ella aceptó sin dudar. Se fijó la fecha y empezó a preparar su ajuar.
Se iba acercando el día de la boda y ya se estaban ultimando los preparativos, a pesar de que el joven no había vuelto a dar señales de vida desde el día de la pedida. Llegó el día señalado y no solo no apareció, sino que no volvió a saberse de él en ningún sitio. Y ella, que siempre había sido tan soberbia y desdeñosa con todo el mundo, se sintió mortificada por las burlas que empezaba a recibir por parte de sus antiguos pretendientes.
Herida y avergonzada, un día no pudo soportarlo más y echó a correr por el valle hasta las pequeñas colinas en las que no vivía nadie. Allí, sola y sintiéndose a salvo, por fin pudo dar rienda suelta a su dolor y llorar tranquila. Lloró, lloró y lloró. Tanto, tanto, que se inundó el valle, quedando así separada para siempre del resto de la gente. Y siguió llorando sin importarle nada hasta que se le secó el corazón.
Se le secaron las entrañas. Se le secó la piel. Y se fue transformando en un monstruo con apariencia de dragón.
Un monstruo que veía cómo nadie la echaba de menos en su forma humana y no sólo eso, sino que aprovechando la inundación del valle, ahora los redondelanos eran marineros ricos y prósperos.
Cada mañana veía desde la isla cómo salían los barcos a pescar y volvían al atardecer y, cada día también, pensaba en cómo encontrar una venganza para acabar con su felicidad.
Después de mucho pensarlo, y sin tener nada que perder, decidió atravesar la ría a nado hasta el pueblo y allí hacerse con una joven a la que secuestraría para llevarla prisionera a su isla. Y le salió bien. Así que al año siguiente volvió a por otra. Ya al año siguiente a por otra… Así un año tras otro, meintras la gente del pueblo se sumía en la desesperación y el miedo por no poder acabar con ese monstruo. Hasta que, por fin, a alguien se le ocurrió una posible solución.
Esta solución pasaba por vestir a las mujeres casadas con las ropas de faena de sus maridos y salir al mar como siempre para que el monstruo no sospechase. Los barcos los manejarían los hombres más viejos del lugar, ya que las mujeres no sabían. Mientras tanto, las jóvenes y los niños se irían lejos y los hombres quedarían emboscados en sus casas, esperando que llegase el momento de atacar.
Esperaron a que se acercase la fecha en la que el monstruo solía hacer su aparición y pusieron el plan en marcha. Las mujeres salieron según lo planeado y estuvieron fuera el tiempo habitual antes de volver. Volvían con miedo a lo que pudiesen encontrar, pero sorprendentemente, no había habido ataque ese día. Se desesperaron, pensando que el monstruo había descubierto su plan, pero decidieron seguir adelante y al día siguiente volvieron a intentarlo con idéntico resultado. Al tercer día salieron de nuevo, ya sin esperanzas de éxito, pero el monstruo, que no sospechaba, eligió ese día para su ataque.
Llegó nadando al puerto de Redondela y empezó a subir por el barrio de A Esfarrapada. Fue adentrándose buscando una víctima propicia y, cuando estuvo lo bastante lejos del puerto para que no pudiese huir, los hombres que habían aguantado escondidos salieron a la voz de ¡YA! y la rodearon y la mataron con sus espadas.
Esa tarde, cuando volvieron las mujeres al puerto, se encontraron al monstruo muerto en la plaza y a sus hijas sanas y salvas. Tanta fue su alegría que empezaron a danzar subiéndolas a sus hombros, mientras los hombres hacían lo propio enlazando sus espadas.
Y para que nadie, nunca, se olvide de la inteligencia y la valentía de los redondelanos, todos los años se sigue repitiendo esa danza durante la celebración del Corpus Christi.
De hecho, las fiestas del Corpus en Redondela se conocen como la fiesta de la Coca, que es el nombre que aquí se le daba al monstruo ahora vencido para siempre.
La festividad del Corpus
Esta es la leyenda, contada con pelos y señales, pero realmente esta historia se creó para hacer pervivir elementos tradicionales de la festividad del Corpus que corrían el riesgo de caer en el olvido con la desaparición de los gremios en el siglo XIX.
La existencia de la Coca en Redondela está documentada desde 1599
Aunque es probable que su origen fuese anterior, ya que hay pruebas de la existencia de dragones en las procesiones y rogativas de la Ascensión que, según Avito de Vienne, fueron instituidas en Francia por San Mamerto en el siglo V.
La Coca no sólo existió en Redondela, sino que se sabe de su existencia (a veces con otros nombres) en Betanzos -donde todavía pervive la tradición, al igual que en la ciudad portuguesa de Monçao-, en Baiona, A Coruña, Pontevedra, Tui… Así como en la costa de Levante (la Tarasca) y otras ciudades de la península.
Este monstruo simboliza los poderes del mal que son derrotados por las fuerzas del bien.
Por eso, el día del Corpus la Coca sale a la calle y deambula a sus anchas hasta que aparece la comitiva procesional y, derrotada, huye de nuevo a su escondite. No pueden coincidir las fuerzas del bien y del mal, por lo que el monstruo desaparece en el momento en que la procesión sale de la iglesia de Santiago para iniciar su recorrido por las calles de la ciudad. Esta procesión culmina con la danza de las espadas y las penlas.
Toda esta celebración y los elementos que se conservan, tienen que ver con los gremios, como adelantábamos antes.
Los gremios
Los gremios surgen entre los siglos XI-XII como una asociación de personas que ejercen el mismo oficio. Así, existían el gremio de mareantes, el de zapateros, el de herreros… Todos con el objetivo de proteger a los trabajadores y controlar la calidad del trabajo y los precios. Además, se cuidaban de la salud espiritual de sus miembros, quienes estaban obligados a rendir culto a su santo Patrón correspondiente. También ayudaban económicamente a viudas y huérfanos de miembros fallecidos, así como hacerse cargo de sus exequias.
En la celebración del Corpus, cada gremio se hacía cargo de una parte y era obligada su participación. Así, sabemos que la Danza de las Espadas corría a cargo del gremio de mareantes (y no sólo se bailaba en esa fecha, sino también en San Juan, que era su patrón). La Danza de las Penlas era cosa del gremio de panaderas y de la Coca se ocupaban los zapateros.
Esto fue así hasta que el rey Carlos III, a finales del siglo XVIII, vetó todos los espectáculos que distraían la devoción y que podían causar desorden en la población. Posteriormente, con el inicio de la Revolución Industrial, los gremios fueron poco a poco despareciendo y, con ellos, los elementos festivos a su cuidado.
De hecho, es por esta época cuando desaparece todo rastro del monstruo marino en las procesiones y festividades asociadas en lugares donde era habitual su presencia.
Y de los pocos lugares en los que sobrevive, en Redondela se crea una leyenda donde se aúnan todos los elementos gremiales para darle sentido y continuidad a estos elementos, cuyo origen se pierde en la oscuridad de los tiempos.
Esperamos que os haya gustado y sobre todo que os animéis a asistir.
Foto de portada: Concello de Redondela