Sin alejar la mirada de la Costa da Morte, nos vamos a dejar encandilar por una de las obras arquitectónicas contemporáneas más llamativas del litoral gallego. Hoy vamos a detener nuestro rumbo en el faro de Punta Nariga.
«Grato es vagar libremente por los patrios montes: no obstante, al sentarme sobre alguna roca del cabo Nariga, a la hora del crepúsculo, no puedo con mi corazón».
Eduardo Pondal
En el Ayuntamiento de Malpica de Bergantiños, cerca del puerto de Barizo, nos encontramos un paisaje rocoso en el que podemos echar a volar la imaginación buscando animales y distintas figuras en sus piedras. Sin embargo, estas no son las únicas piedras que hablan en el monte Nariga. La pieza más antigua, con intervención del ser humano, es la conocida como anta del Fuso da Moura. Un menhir, hoy sustituido por otro tras el arrepentimiento del cantero que se llevó la antigua, que formaba parte de una necrópolis megalítica y del que se decía que era el huso de una “moura”. En la zona pervive la creencia de que hay cuevas con tesoros escondidos por estos seres de la mitología gallega, “los mouros”. Era tal la importancia de esta piedra mágica que se llevaba al ganado enfermo hasta ella para que se curase dando vueltas a su alrededor.
Hoy en día el icono de Punta Nariga es otro. Con toda probabilidad se trata del punto más visitado del municipio gracias a la intervención del arquitecto pontevedrés César Portela. Un faro es una obra de ingeniería que en este caso se convirtió en todo un reto arquitectónico. El diálogo entre la naturaleza y el artificio estuvieron presentes en la realización de este proyecto de finales del siglo XX.
“La secuencia cabo-faro-mar es paradigmática y mutante con las distintas épocas del año y las horas del día. Con tiempo calmo y despejado, la quietud del entorno serena la imagen y acrecienta el estatismo del faro; en días tormentosos, los cambios de luz y el movimiento de las nubes transmiten al conjunto un constante dinamismo. De día, la solitaria silueta parece dormitar de pie, mientras que al atardecer de pronto cobra vida y comienza a hacer guiños y a emitir destellos y ráfagas de luz que rasgan las tinieblas y se adentran en el mar.”
Sobre el agreste acantilado de Punta Nariga se erigió uno de los faros más modernos de nuestro litoral como señal de luz pero también como mirador y espacio público. De sus cuatro cuerpos destaca su particular basamento, de acceso público y planta triangular, que trata de integrarse en el paisaje geológico a la vez que, sobre el acantilado, se asemeja a la proa de un barco. Sobre él se inscribe un segundo prisma que alberga las instalaciones del faro, evitando la edificación de casetas externas. Es curioso que en el encargo se prescinde de la vivienda del farero pero Portela la incluye igualmente para no deshumanizar la construcción.
El factor humano está siempre presente en las obras de este arquitecto pues, una vez construidos, sus edificios pasan a ser “habitados” inmediatamente por la escultura. El inquilino de este faro es “El sueño del emigrante” de Manuel Coia que reta a las olas cual mascarón de proa. Esta pieza nos señala que al otro lado del océano está América, la tierra con la que soñaron muchos gallegos en épocas de necesidad. Además, en este caso se tiene en cuenta a los visitantes al incorporar un banco perimetral y la posibilidad de acceso libre a los diferentes espacios externos del edificio.
En lo que se refiere al fuste, levantado sobre la cubierta plana de la base, se construye con bloques curvos de granito rosa del Porriño llegando a alcanzar los 17 metros. Sobre él, un torreón de 3,5 metros rodeado por un mirador acristalado con deambulatorio al que se le sobrepone la linterna de 4,5 metros. A esta parte alta se accede por una escalera helicoidal interior que parece suspenderse al vacío al estar construida en voladizo. Esta columna pétrea hace que la luz del faro se eleve a unos 28 metros del suelo, siendo el más alto de la Costa da morte. Aunque valorando tan solo el tamaño de los fustes, el primero sería el faro de Cabo Vilán con 24 metros de torre.
Realmente el faro de Punta Nariga se construyó a unos 50 metros sobre el nivel del mar para así poder alcanzar las 22 millas (41 kilómetros) de su señal lumínica. Esta considerable altura nos permite tener una fantástica panorámica de las islas Sisargas, las grandes desconocidas de la costa gallega y que desde Bluscus os invitamos a visitar.
Y por supuesto, invitados están también a no perderse el entorno y la arquitectura de este faro de Nariga, considerado el finis terrae para el poeta pontecesán Eduardo Pondal.
Non preguntes por que causa
o fero mar desfigura,
co eterno e rudo combate,
de Nariga a ruda punta.
Eduardo Pondal – Queixumes dos pinos – 1886
*Foto de portada: www.acostadamorte.info